19/7/08

El trabajo en los puertos


Hasta hace unos 30 años, época en la que comienza a modernizarse la flota del Cantábrico los Perros de Agua, conocidos también como perros de lanas o merluceros en Cantabria y txos por los vascos, realizaban una importante labor.

Las gentes de la mar vivían en una condiciones muy duras, si tenían un perro no era por capricho, el alimento no sobraba. Era necesario un perro que fuese de un tamaño medio, capaz de realizar diferentes funciones, resistente, con una inteligencia rápida y con excelente predisposición para el aprendizaje y el trabajo. Los perros de agua cumplían con creces estas condiciones para ser compañeros de los pescadores y supieron ganarse la confianza y el corazón de estos hombres a la fuerza tan duros.

Recoger un objeto caído al agua, recuperar los peces que se escapaban de la red durante el desmallado en la dársena, llevar un cabo para el amarre desde el barco hasta el muelle, alertar a la tripulación si percibía un banco de peces o si un marinero había caído al agua eran trabajos que hoy pueden parecernos sin importancia pero que antiguamente eran muy necesarios.


La caza de anátidas en las marismas, e incluso de alguna ave marina en altamar, era una actividad complementaria de la pesca. El Perro de Agua, como un excelente cobrador que es, traía a su dueño las piezas abatidas.

Los Perros de Agua merodeaban libremente por el puerto cuando no estaban en el barco, pero siempre cerca de lo que ellos consideraban las posesiones de sus dueños, el barco, la bodega o la casa. Su carácter, en extremo apegado a los suyos, hacía que no se alejasen demasiado, avisando de la presencia de extraños.

Los perros de lanas actuaban como eficaces desratizadores, labor importantísima sobre todo si se trataba de los grandes bacaladeros que pasaban meses en altamar.

Sin olvidar su simpática e importante capacidad para realizar encargos. Son muchas las anécdotas de su faceta como perro “recadero”, todavía hay personas que recuerdan haber visto Perros de Agua dirigirse ellos solos, desde la bodega hasta el barco, llevando la marmita con el desayuno en la boca. También colaboraban con algún miembro de la tripulación, especialmente el grumete, en la misión de despertar y avisar a los demás cuando iba a salir el barco.

El Perro de Agua Español ha estado aquí desde hace mucho tiempo, en ambientes cuya economía era de subsistencia, por lo que es una raza frugal, muy fuerte, capaz de adaptarse a las condiciones de vida más duras y realizar con éxito los diversos trabajos que se le han encomendado. Ha pasado inadvertido mientras se admiraba a las razas extranjeras; por fin, hace unos años, se la ha comenzó a valorar, siendo actualmente una de las razas españolas que ha experimentado mayor auge, esperemos que este hecho no sea peor que el olvido…, esperemos, también, que los criadores sepamos conjugar la lógica evolución de la raza con su conservación integral.




Art. María Cruz Rodríguez Callejo (La Tarde Gris), publicado en El Mundo del Perro 2/2001.

7/7/08

El Perro de Agua Español en el Norte de la Península Ibérica

Con un cierto retraso continuamos, con los artículos sobre el origen y la evolución del Perro de Agua Español, en este caso recogemos uno sobre su llegada a la Cornisa Cantábrica:

"..Considero que cualquier digno ejemplar de Perro de Agua Español, sea de la línea que sea, merece todo el respeto y admiración por pertenecer a una de las razas más completas que existen.

Mi primer contacto con la raza fue con ejemplares norteños: en mi niñez me enamoré de ellos cuando los vi en los barcos. Años más tarde conocí los ejemplares del sur, con un carácter y unas aptitudes tan extraordinarias como las de los perros de los puertos cántabros…

Voy a dedicar este apartado a las líneas norteñas por ser quizás las menos difundidas en el ámbito nacional y porque, por razones de proximidad, son las que mejor conozco.

Su llegada la Cornisa Cantábrica

No podemos saber exactamente cuándo llegaron los primeros ejemplares a la Cordillera Cantábrica, lo más probables es que llegaran a través de las cañadas de la Mesta acompañando al ganado que se exportaba a Flandes (los puertos de Santander, Laredo y Santoña, mantenían un activo comercio con los Países Bajos), o bien por vía marítima, gracias al tráfico entre los puertos del norte y del sur (importantes puertos como el de Laredo tuvieron una especial relación con el de Sevilla,y precisamente estas son zonas en las que se han constatado la presencia de los Perros de Agua desde hace mucho tiempo).

Algunos de estos perros se quedaron en los puertos cantábricos; su rusticidad y fortaleza les facilitaron la adaptación al clima del norte. Sus cualidades no pasaron inadvertidas para los hombres de la mar, que aprovecharon sus grandes facultades psíquicas y físicas para las labores de la pesca.

Posiblemente algunos de estos perros que viajaban en los pesqueros y en los mercantes que comerciaban con Flandes tuvieron mucho que ver en la formación de las otras razas europeas de perro de agua.

De la presencia del Perro de Agua en el norte encontramos referencias muy antiguas en el libro “Laredo en el espejo”, de Máximo Basoa, publicado en 1932. En él se menciona en dos ocasiones al “perro de lanas”, nombre con el que es muy conocido en los puertos de Cantabria. En la primera ocasión escribe sobre un naufragio que sucedió cuando una embarcación que regresaba a Laredo de las fiestas de la Virgen del Puerto de Santoña zozobró a causa de un repentino temporal: “(…) se hundió la nave ahogándose todos, menos el perro de lanas que llevaban, que salió a nado hasta el Puntal, de donde se fue por la playa a casa de su dueña, quien al verlo todo mojado, nervioso y ladrando lastimosamente, comprendió la catástrofe”.

La siguiente cita se refiere a unas tertulias que se realizaban, y a los personajes que en ellas intervenían en tiempos de Fernando VII: (…)por la noche bajaba un perro de lanas de la casa de los Tagle con un farol en la boca y después de arañar la puerta vidriera, entraba, Abete sacaba un cirio encendido, daba luz a un farol, y el perro, con él colgado de la boca, recorría las calles, porque no había alumbrado público,” acompañando a su domicilio a los contertulios”..."

Articulo de María Cruz Rodríguez Callejo en El Mundo del Perro Febrero/2001.


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